Letra del la canción del hormiguero















Vete a dormir, ya no des más el tostón y a pegar mocos en el colchón. Estás muy cansado, tienes los ojos rojos, tienen sueño hasta tus piojos.
Vete a dormir, ya no pintas nada aquí y no te olvides de hacer pipí. Pipí
Vete a dormir, vete a dormir que tus padres quieren vivir.
Creo que no me voy a ir, que estoy muy a gustito viendo la tele aquí.
Tu te vas ahora mismo a acostar que el cerebro se te va a quemar.
Vete a dormir, ya no pintas nada aquí y no te olvides de hacer pipí. Pipí.
Vete a dormir, vete a dormir que tus padres quieren vivir.

miércoles, 13 de mayo de 2009

SEMANA XII

El profesor Ángel Herrero Blanco, profesor de la Universidad de Alicante,director de la Biblioteca de Signos y de varios proyectos de investigación de LSE, compareció en el Congreso de los Diputados en mayo de 2006 pronunciando un discurso que forma parte de la historia educativa y social española a favor del reconocimiento de la LSE como Lengua Oficial Española.La dirección web donde puedes encontrar este discurso es:
http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/PopUpCGI?CMD
=VERLST&BASE=puw8&FMT=PUWTXDTS.fmt&DOCS=1 (págs 36 a 42)

1 comentario:

  1. Es emocionante leer una sesión de las Cortes de los Diputados, la verdad el modo en que se expresan, el modo de desarrollar la sesión, las aportaciones de cada especialista vinculado a la LSE, pero sobre todo es emocionante leer el modo en que se expresó Angel Herero, sabiendo que es profesor de nuestra Universidad. A modo de reflexión aquí está su discurso y unas r4eflexiones finales.
    DEL SEÑOR LINGÜISTA HERRERO BLANCO. (Número de expediente 219/000592.)

    La señora PRESIDENTA: Señorías, continuamos con la última comparecencia; la de don Ángel Herrero Blanco, lingüista, quien para hacer la exposición inicial ya tiene la palabra. Señor Herrero.


    El señor HERRERO BLANCO, LINGÜISTA: Señoras y señores diputados, comparezco ante ustedes en calidad de lingüista especializado en las lenguas de signos y, concretamente, en la lengua de signos española. Las breves observaciones y las aportaciones que intento hacer al proyecto de ley, así como las respuestas que después pueda dar a SS.SS. están basadas en mi experiencia profesional que paso a referirles muy rápidamente. He elaborado y editado ya en la red -ahora está pendiente de publicación en libro- la primera gramática completa de la lengua de signos española, toda su morfología, toda su sintaxis, una gramática basada en criterios tipológicos. Es decir, basada en lo que sabemos actualmente los lingüistas acerca de todas las lenguas del mundo, no basada en una comparación con el español o con el catalán o con alguna otra lengua particular. Por estos estudios podemos saber, por ejemplo, que la lengua de signos española es una lengua flexiva como el castellano, el catalán, el gallego o el vasco; es postposicional, no preposicional, como el vasco. Es una lengua que presenta clasificadores, un riquísimo sistema de clasificadores como el japonés, es un sistema que tiene referencias de tercera persona mayores que las de las lenguas romances, muy parecidas a las lenguas bantúes; es una lengua que marca el tiempo y el aspecto de forma léxica y no flexiva, como el chino, etcétera. En definitiva, se trata de una lengua absolutamente congruente con las lenguas orales conocidas; ni más perfecta ni menos perfecta, absolutamente congruente con ellas. Esta gramática completa de la lengua de signos española -ahora la estamos desarrollando haciendo una gramática contrastiva con el español- tiene finalidades pedagógicas, porque es evidente que una de las dificultades -y aquí se ha señalado por varios comparecientes- que tienen las personas sordas es su acceso a la lecto-escritura del español, y esto fundamentalmente es porque no se les ha explicado la gramática del español o del catalán. Con un niño oyente no hace falta hacerlo, pero si añadimos una segunda lengua sí hace falta. A una persona sorda hay que enseñarle la lengua oral -y ya decía esto el maestro Hervás a finales del XVIII-, como si fuera una lengua extranjera. He desarrollado además un sistema de escritura alfabético de las lenguas de signo aplicable a cualquiera de ellas, yo la he aplicado a la lengua de signos española, basada en la descripción fonológica del signo. Este sistema se está enseñando y aprendiendo con extraordinaria facilidad en comunidades de sordos, en asociaciones; les puedo decir que tengo experiencias personales de personas sordas que han aprendido a escribir su lengua en dos semanas, pasando a escribir correos electrónicos con ella. Hemos trascrito en este sistema de escritura cualquier tipo de texto asignado.
    No solamente textos formales, de palabra por palabra, sino textos literarios, textos expresivos, chistes, etcétera. No es el primer sistema de escritura que hay de las lenguas de signos, pero sí es el primero alfabético y se puede procesar como tal. Llevo a cabo, además, un proyecto de diccionario histórico de la lengua de signos española muy avanzado. Todo esto se puede ver en la página de la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, donde tenemos una sección que se llama Biblioteca de signos. Este diccionario histórico en principio arranca de 1851, hay 1.500 signos de 1851 ya grabados, lo vamos a ampliar ahora con otros 200 signos de 1795 y tenemos incluso algunos signos -pocos, una docena- del siglo XVII, ya también certificados porque han sido publicados en libros del siglo XVII. Esto nos permite ver que la lengua de signos española es una lengua histórica, una lengua que ha evolucionado como otras lenguas, algo extraordinariamente importante al acercarse
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    a un fenómeno lingüístico. Como director de la biblioteca de signos de la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes he propiciado la inclusión y la lectura gratuita en ella de todas las obras de la llamada Escuela Española, algo que creo que no había sido todavía nombrado en esta Comisión y que me parece extraordinariamente importante, puesto que estamos ante una ley española. La Escuela Española, a la que luego me referiré, de Juan Pablo Bonet a Francisco Fernández Villabrille. También he promovido la traducción a esta lengua de signos española de numerosísimos textos literarios, cultos y populares, para su uso sobre todo con niños y jóvenes sordos. Actualmente, y gracias al sistema de escritura y gracias también a la financiación del Ministerio de Industria, estamos aplicando este sistema de escritura como sistema de búsqueda de información en textos visuales signados -es un buscador que funciona exactamente igual que un buscador convencional de información en texto escrito-, como paso previo a un sistema de traducción automática del español oral a la lengua de signos española signada, sistema que sin duda incidirá en la aplicación de esta ley. He presidido el primer Congreso nacional de Lengua de Signos Española y, por último, en marzo del año pasado, tuve el honor de promover una iniciativa en defensa del valor lingüístico de las lenguas de signos, una suerte de manifiesto que fue firmado por la inmensa mayoría de los lingüistas del Estado. En este manifiesto se subrayaba el valor patrimonial de la lengua de signos española. Se pueden imaginar que todo este trabajo no es resultado de una labor exclusivamente personal, sino de un equipo organizado y mantenido gracias al apoyo de mi universidad, la Universidad de Alicante, de sus tres últimos rectores y de la inversión en I+D de los distintos ministerios, incluido el de Trabajo y Asuntos Sociales. También es resultado de la colaboración permanente con la Confederación Estatal de Personas Sordas, la CNSE.


    Por lo que acabo de referirles, entenderán que comience mis observaciones a la ley no insistiendo ya en el carácter de lenguas naturales que poseen -lo que supongo que está ya fuera de discusión-, sino subrayando la idea, creo que omitida en la ley, de que al reconocer una lengua lo que se hace es reconocer una comunidad lingüística, no hay lengua sin comunidad lingüística. Si hay una lengua es que hay una comunidad lingüística, histórica además. La idea es, por lo tanto, que las lenguas naturales y la lengua de signos española en particular son un fenómeno cultural histórico y patrimonial. Posteriormente me referiré a un segundo aspecto relacionado con la normalización de la lengua de signos española y el carácter de la lengua de signos catalana aunque, de nuevo, para estos temas la idea de patrimonio, de cultura y de historia son fundamentales.
    Las lenguas de signos como lenguas naturales son ya un patrimonio cultural como cualquier otra lengua, pero decía que la lengua de signos española y la catalana encierran un valor patrimonial particular porque en España ha existido una larguísima tradición científica en torno a la educación de sordos, a la sordera, a la investigación, a la aproximación a las lenguas de signos; una tradición que constituye un orgullo patrimonial de todos los españoles. Me refiero a la llamada Escuela Española muy conocida en toda la Europa de los siglos XVII a XIX porque en este campo España en esos siglos fue pionera y basada -lo que no está presente en la ley, ni en los antecedentes históricos- en dos ideas geniales para la educación de sordos, ideas inventadas y desarrolladas en España. Por cierto, no sé si saben SS.SS que a estos sordos, a los que llamamos hoy sordos, los diccionarios, incluidos los de la Academia hasta comienzos del siglo XX, los llamaban mudos. Estas dos ideas aportadas por la Escuela Española son: la dactilología, es decir, la escritura manual de la lengua oral, y el estudio científico de la articulación fónica, algo que empezaron precisamente estos maestros de sordos. El más importante fonólogo que ha tenido España, Tomás Navarro Tomás, lo ha reconocido en numerosos artículos: cómo la fonética articulatoria nació precisamente de la mano de Juan Pablo Bonet en su intento de explicarles a las personas sordas cómo se articulaba la voz. La referencia a esta escuela es obligada si se trata de antecedentes históricos, pero está omitida en los antecedentes históricos de este proyecto de ley.


    La lengua de signos es un valor patrimonial -no quiero dejar de señalarlo- en un sentido más general pero no menos profundo. Es un monumento vivo de nuestra historia comunicativa; del esfuerzo del ser humano por alcanzar el lenguaje como técnica suprema de la comunicación social. Si es triste dejar arruinar un monumento histórico aunque sea un objeto muerto, qué no será hacerlo de un monumento vivo como son las lenguas de signos, lenguas que a un oyente inmediatamente le despiertan la conciencia de la oralidad, porque la oralidad no es más natural que la signación. La oralidad es un fenómeno histórico que tiene 40.000 años de historia y es importantísimo ser conscientes de eso y darnos cuenta de que la oralidad también tiene sus límites, también tiene sus presunciones. Es por este valor epistemológico, si me permiten ustedes esta expresión, por lo que el estudio de las lenguas de signos ha revertido a lo largo de la historia extraordinarios y paradójicos beneficios a toda la sociedad, no solamente a los sordos; desde el descubrimiento de la fonética articulatoria a la invención del teléfono -que fue obra de un profesor de sordos y que en un principio estaba ideado para sordos-, y en nuestros días, por ejemplo, el desarrollo de la interfaz gestual con los ordenadores, absolutamente aplicable a la lengua de signos y al desarrollo de los llamados signantes virtuales o avatares, que seguramente dentro de unos años todos tendremos en la red; así como, por ejemplo, en la enseñanza precoz del alfabeto a niños oyentes. Señalamos, como digo, estos valores culturales porque están ausentes en el proyecto de ley y, precisamente por esta ausencia, por este no tratamiento de la lengua de signos como fenómeno cultural, es por donde yo veo más riesgos en su aplicación. Me explico, aunque esto ya ha sido repetido y lo resumiré mucho, me estoy
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    refiriendo al famoso derecho de opción entre lengua de signos y lengua oral. Esto es extraordinariamente equívoco. Desde luego, es impecable desde la opción del derecho personal, sobre todo paterno, a la elección, pero no deja de plantear numerosos equívocos. Como ya ha sido señalado antes, el derecho a la oralización es universal; las personas sordas tienen derecho, e incluso deber también, a la oralización; las personas sordas signantes, todas, aspiran a ser bilingües, por lo tanto, este planteamiento de opción es bastante sesgado. Por otra parte, hay que tener en cuenta que comparar una lengua, que es un fenómeno natural y cultural, con un sistema alternativo no es verdaderamente justo; el objetivo de cualquier sistema alternativo es pasar desapercibido, que el audífono o que el implante no se vean, que no se noten. Con la lengua es al contrario, la lengua lo que quiere es advertirse, implantarse en todos los ámbitos de la sociedad; con la lengua de signos se puede adquirir toda la información, todo el conocimiento y en el seno de la comunidad lingüística toda la felicidad.


    Para evitar este equívoco pienso que sería necesario y tal vez suficiente modificar muy brevemente la ley añadiendo el valor patrimonial que las lenguas de signos tienen y que, efectivamente, los sistemas alternativos no tienen. Añadirlos como lo he hecho en las hojas que les he entregado en los apartados uno y dos de la exposición de motivos y en el artículo 5.º, principios generales. En la misma exposición de motivos de la ley se hacen además varias referencias históricas pero, permítanme que se lo diga, muchas de ellas son inexactas. Se mitifica de forma ahistórica la figura de Ponce de León, que hoy sabemos que no educó a niños sordos sino a dos adolescentes que además habían quedado sordos después de nacer. Es una exageración histórica pero es que, además, se omite la referencia a la importantísima Escuela Española conocida como digo en toda Europa, que el propio Abad l'Épée tomó como referencia y se omite citar a los autores más importantes de esta escuela, a Juan Pablo Bonet cuyo libro La reducción de las letras fue conocidísimo en toda Europa o a Francisco Fernández Villabrille autor del primer diccionario mundial sobre lenguas de signos, 1851. Son modificaciones que les propongo y que están anotadas en las hojas que les indico.


    Un segundo aspecto al que también quisiera referirme antes de pasar al último, porque lo creo así de verdad, es que todo el artículo 4.º, definiciones, con franqueza, sería mejor eliminarlo completamente.
    Personalmente, no me parece propio de una ley definir qué es una lengua, ni oral ni signada; ni definir qué es un sordociego; ni definir qué es un intérprete; esas definiciones están en la sociedad, en la ciencia y en la Academia y no creo que sea el objetivo de una ley definirlas.


    Me voy a referir por último a la cuestión de la normalización de la lengua de signos española y su relación con la lengua de signos catalana. Como decía, ambas cuestiones tienen mucho que ver con el concepto de patrimonio y de cultura porque normalizar una lengua es, simple y llanamente, convertir la lengua que ya se usa en una lengua de uso público y de cultura y, por lo tanto, si vamos a normalizar la lengua de signos española y la lengua de signos catalana es precisamente para hacerlas instrumento de cultura, es decir, de uso público y cultural. Hay un error habitual entre los que no son lingüistas, que es el de considerar que lo que se denomina dialecto no es una lengua. Miren ustedes, el criterio por el que hablamos de lenguas no es la diferencia con las variedades de su entorno. No hablamos de dos lenguas porque son distintas, no es ese el criterio. Como sabemos, por ejemplo, el danés, el sueco, el noruego, se consideran políticamente lenguas distintas y, sin embargo, entre ellas las diferencias son infinitamente menores que entre los que llamamos dialectos del quechua y no digamos los dialectos chinos.
    Desde el punto de vista de la política lingüística, teóricamente cualquier dialecto, cualquier variedad lingüística que suponga una comunidad tiene los mismos derechos lingüísticos. De hecho, la normalización suele afectar a variedades próximas, como es el caso de la normalización del vasco batua, aunque no siempre es así por razones políticas que los lingüistas aceptamos, como por ejemplo el caso del catalán y el valenciano, dos variedades casi gemelas que se han normalizado por separado.


    El Ethnologue -que es el catálogo universal de lenguas más importante del mundo dirigido por David Cristal- incluye actualmente 7.300 lenguas, incluye también cerca de 200 lenguas de signos, entre ellas la lengua de signos española y la catalana. Cuando uno compara las lenguas de signos comprende que entre ellas -por decirlo de forma gráfica- no ha pesado igualmente que en las lenguas orales la maldición babélica. Parece que no es así, incluso durante el siglo XVIII, hubo trabajos muy bonitos sobre este tema de babel, lengua oral, lengua de signos. La coincidencia de términos léxicos es extraordinaria. He tenido una experiencia personal, no mía pero sí de un íntimo amigo, de que una persona que utiliza la lengua de signos española en pocas horas se entiende, sin intérprete, con un usuario de la lengua de signos indopakistaní. En pocas horas y sin necesidad de intérprete, el ejemplo es real. La variedad de lengua de signos, la lengua de signos que se emplea en Cataluña en la enseñanza, la que se investiga, no es en efecto muy diferente de la lengua de signos que se enseña y que se investiga en Madrid o en otras ciudades del Estado. La inteligibilidad de la lengua de signos catalana para un signante, por ejemplo, de Madrid se ha valorado como superior al 80 por ciento. La coincidencia léxica de ambas lenguas es superior al 70 por ciento; 40 por ciento con la lengua de signos francesa; 20 por ciento con la lengua de signos americana. Como digo, el problema de reconocer una lengua no es este. La conciencia de estar utilizando esa variedad con un espíritu de hecho normalizador y la relación con hechos históricos como el carácter pionero de sus escuelas públicas y de sus asociaciones justifican, desde mi punto de vista, este sentimiento histórico de lengua que tienen las personas sordas de Cataluña y que solo he advertido
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    en la comunidad catalana. Es un sentimiento histórico, no es un invento político de ahora, no es un oportunismo político; es un fenómeno histórico que no reconozco en ninguna otra comunidad del Estado. Quiero señalar, sin embargo, lo que considero personalmente un lapsus que aparece en el apartado tercero de la exposición de motivos: La lengua de signos catalana no es la lengua de las personas sordas catalanas, porque un sordo catalán que viva en Madrid empleará la lengua de signos española; es la lengua de signos de las personas sordas que viven en Cataluña. La lengua de signos española y la catalana son lenguas minoritarias y este sí que es un verdadero problema, porque vivimos en una época, la aldea global, en la cual un hablante monolingüe de una lengua minoritaria está condenado a carecer de información y de acceso al conocimiento; un hablante monolingüe, digo, de lengua minoritaria. Los hablantes de lenguas minoritarias acceden al inglés fundamentalmente para acceder a la mayor parte de la información y del conocimiento. No es un problema político, de que las administraciones hayan fallado en sus programas de normalización; es un hecho objetivo, de la dinámica de las comunidades lingüísticas. En el caso de las lenguas de signos se trata de lenguas minoritarias, condenadas a serlo y que no pueden dejar de serlo.
    La comunidad de sordos nunca podrá dejar de ser una comunidad minoritaria y además tiene el gravamen de ser una comunidad dispersa en el Estado y en todo el mundo. Me parece extraordinariamente importante subrayar la necesidad de este centro de normalización lingüístico que pueda garantizar la continuidad de esta lengua y, por lo tanto, el desarrollo cognitivo de los niños sordos del futuro. Creo que uno de los mayores aciertos de esta ley es la creación de este centro. También estoy de acuerdo con la redacción, aunque es un poco extraña, de la composición del centro, con sus finalidades y con la necesidad de que este centro funcione en estrecha colaboración con la comunidad sorda, con sus asociaciones. Estoy pensando fundamentalmente en la Confederación Estatal de Personas Sordas en el caso de la lengua de signos española, y en la Federación de Personas Sordas de Cataluña en el caso de la lengua de signos catalana. Son ellos, desde mi punto de vista, los que tienen la autoridad moral y social para implantar una norma. La Universidad de Alicante -y lo digo porque tengo la autorización y el mandato explícito de mi rector para decirlo- se ofrece a colaborar en esta empresa aportando su autoridad y su experiencia científica.


    Quiero, por último, hacer dos observaciones respecto al centro de normalización. No me parece acertado -por eso también lo incluyo como modificación en las hojas que les he entregado- que este centro de normalización dependa del Real Patronato sobre Discapacidad, puesto que se trata de una lengua y no de una ayuda técnica a la discapacidad. Creo que el real patronato no tiene nada que decir en un tema que es estrictamente lingüístico, porque estamos hablando de un centro de normalización lingüística. Es muy importante garantizar -y así lo hago con una inclusión en el artículo 15- que al centro de normalización se le reconozca por ley autoridad para validar lingüísticamente todo el material de uso público, fundamentalmente escolar y administrativo, producido en lengua de signos. Es imprescindible que el material escolar, los materiales curriculares que se hagan en lengua de signos, estén unificados y no que cada comunidad autónoma o cada asociación de personas sordas publique materiales distintos con variantes léxicas. Me parece que es muy importante, si queremos que ese centro sea verdaderamente efectivo y que sirva para aquello para lo que ha recibido el nombre de normalización, que sirva efectivamente para la normalización lingüística, que se reconozca su autoridad para validar los materiales públicos producidos en lengua de signos. Al final, todo va a depender de la comunidad lingüística, que es mucho más práctica que los lingüistas y también que los políticos. Y va a depender también, lógicamente, de los medios empleados. Es importantísimo que este centro cuente con la dotación necesaria, que no se plantee como un centro solo político, sino de investigación, activísimo, de producción permanente, de materiales culturales y curriculares. Si este centro llega a buen puerto podremos recuperar el nivel que el Estado tuvo en aquellos siglos en los que creamos una escuela de atención a personas sordas que fue reconocida en toda Europa.


    La señora PRESIDENTA: Intervención de los grupos. Tiene la palabra el señor Barrachina por el Grupo Popular.


    El señor BARRACHINA ROS: Me ha parecido una intervención brillante y aleccionadora, con mucha concreción. Es verdad que es una lengua minoritaria y que hay que buscar el justo equilibrio entre el reconocimiento de aquellas comunidades lingüísticas que hablan lenguas distintas -en este caso no distantes pero sí distintas-, con el riesgo de fracturar más lo que ya es algo de por sí débil, tanto por la dispersión geográfica como por la escasez del número de usuarios dentro de un colectivo que seguirá siendo siempre minoría. Tengo una experiencia práctica obvia en la Diputación Provincial de Valencia, he tenido una escuela de niños sordos en la cual se formaban por su proximidad muchas personas de Cataluña y nunca han tenido la sensación de hablar nada diferente entre ellos; yo también he visto personas sordas españolas que, cuando salen de España, tardan minutos en adaptarse a lenguas de signos distintas. Nunca tendrán la misma facilidad, pero es cierto que la distancia que hay entre las lenguas orales no es la misma que la que existe entre las lenguas de signos. En esa trayectoria histórica, que mi grupo va a enmendar ya lo estamos haciendo en buena medida, pero con sus aportaciones vamos a integrar en el recorrido histórico las lenguas de signos española, en el caso de que una parte de la lengua de signos catalana, si así se entiende que tiene esa entidad, se recoja también en el preámbulo,
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    ¿desde cuándo se reconoce como acreditada esa distinción, aparte del sentimiento, mucho más acentuado recientemente? A todos los ponentes nos ha llegado un documento que establece la diferencia, que estaba en torno al 70 por ciento de léxicos comunes a la catalana y a la española, pero también a la valenciana y a la española, dejando a la discrecionalidad casi política el perfilar qué es una lengua distinta y qué es un dialecto. En este momento de plena vorágine política sería implanteable y para determinados colectivos es un insulto decir que hablan un dialecto de otra cosa superior. Es una batalla política que nadie pretenderá. La Confederación de Sordos Españoles se llamaba al principio Confederación Nacional de Sordos Españoles, llevaba lo de nacional y lo de españoles en 1936 cuando se creó en Madrid -permítanme la acotación histórica-, en pleno dominio republicano. Han cambiado de nombre cuatro veces para, al final, convertirse en una confederación estatal, y uno tiene que preguntar de qué Estado porque no aparece en ningún lado la palabra español, u otra. Con el mismo nombre, podría ser de Argentina o de México. Se pregunta uno de qué Estado estamos hablando para tratar de hacer lo políticamente correcto. Con toda esa complejidad de equilibrios políticos que uno debe guardar, vamos a intentar recoger la mayor parte de sus aportaciones. Entiendo conveniente que en el preámbulo haya un reflejo de la historia del resto de lenguas de nuestro territorio. En referencia a los centros de integración, aunque no sea su especialidad, me gustaría conocer el grado de acierto que tienen esta serie de centros, tal y como la ponente anterior ha expuesto, de incorporar un número reducido pero suficiente para que no se sientan marginados en escuelas de niños con mayoría de niños oyentes y, si le parece suficiente la concreción del texto que estamos debatiendo en lo relativo a los ámbitos sanitario y educativo, donde se reflejan numerosas referencias poco concretas que se establecen como: ...el Gobierno podrá, cediéndolo a la discrecionalidad de posteriores reglamentos. Asimismo, señor Herrero, me gustaría conocer su opinión sobre la memoria económica que mi grupo y otros hemos tildado de insuficiente compartiendo, como compartimos plenamente, los objetivos del texto propuesto.


    La señora PRESIDENTA: Por el Grupo Socialista tiene la palabra el señor Heredia.


    El señor HEREDIA DÍAZ: Quisiera agradecerle, en primer lugar, señor Herrero su clarificadora exposición. Ha planteado una serie de cuestiones de las cuales me he quedado con tres. La primera, el valor patrimonial que tiene la ley de lengua de signos. La segunda, la opción de eliminar las definiciones que se establecen. La tercera, el centro de normalización lingüística de la lengua de signos española. Me gustaría formularle varias preguntas. En primer lugar, ¿cómo valora este proyecto que ha aprobado el Gobierno, que constituía una reivindicación histórica del movimiento asociativo representativo de las personas sordas con discapacidad auditiva y sordociegas? Me gustaría que concretase si las lenguas de signos son por sí solas lenguas completas y por qué; si es posible simultanear la enseñanza de la comunicación oral con la de lengua de signos; qué ventajas tendría; y si conllevaría algún efecto negativo.
    En esta Comisión ha comparecido mucha gente y cada cual ha expresado su opinión, por lo que me gustaría conocer la suya en relación con este tema.


    Termino con otras dos cuestiones; quién debería, a su juicio, impartir la titulación de lengua de signos y, por último, en qué tipo de servicios públicos se hace más necesario y urgente contar con intérpretes de lengua de signos.


    La señora PRESIDENTA: Nuevamente, para cerrar la intervención, tiene la palabra el señor Herrero.


    El señor HERRERO BLANCO, LINGÜISTA: Las denominaciones de las lenguas de signos son todas muy recientes; entre otras cosas porque la conciencia de que son lenguas es muy reciente. De hecho, hasta 1980 no se habló de la lengua de signos americana porque hasta esa época no se consideraba que fueran lenguas auténticas. Esto nos puede llamar la atención. Creo haber hablado de la escuela española y es muy curioso y significativo el hecho de que el primer lingüista que verdaderamente se da cuenta de que son lenguas y de que, por lo tanto, hay que compararlas con el latín, con el japonés, es Lorenzo Hervás. Lorenzo Hervás, en 1795, publica un libro absolutamente envidiable por otras naciones -no quería una escuela española de sordomudos-, un libro absolutamente extraordinario que influyó incluso en Humboldt, en el cual descubre que las lenguas de signos son gramaticalmente perfectas, que es lo que él llamaba la gramática mental de los sordomudos. Es el primero que corrige también el nombre de mudos y los cambia por el de sordomudos y lo pone incluso con mayúscula para no confundirlo con el hecho de la persona que se ha quedado sorda, que ese sería un sordo con minúscula. Todo esto todavía en el siglo XVIII. Lorenzo Hervás que estudió la lengua de signos en Italia, Roma, no era consciente de que había lenguas de signos distintas, las llamaba lenguas de signos y durante mucho tiempo se pensó que eran más o menos universales, con muchas variantes pero universales. La idea de que eran distintas -seguramente porque, entre otras cosas, corresponden a comunidades lingüísticas distintas- es muy reciente y, por lo tanto, es imposible oír hablar de la lengua de signos española en la primera mitad del siglo XX y mucho menos de la lengua de signos catalana. Son denominaciones recientes. Ahora bien, el sentimiento de que están empleando una variedad diferente -no sé cuándo empieza en Cataluña, si es anterior o posterior a la guerra civil- lo tienen y muy arraigado. No creo que eso perjudique, de la misma manera que no creo que perjudique a nadie que el catalán y el valenciano se hayan normalizado por separado. A lo mejor puede
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    ser negativo para los estudiantes de filología catalana, pero eso también se puede resolver. En general, los lingüistas somos amantes de la diversidad lingüística y del respeto a lo que las comunidades lingüísticas desean, pero la denominación es muy difícil porque todas las denominaciones de las lenguas de signos son extraordinariamente recientes.


    Aunque han comentado que no soy experto en esto, y es verdad, me han preguntado por el bilingüismo en la enseñanza. Me parece absolutamente imprescindible que los niños sordos tengan acceso a su lengua pero, ¿quién se la enseña? Si no lo hacen los padres, los niños sordos están condenados a no recibir cuentos infantiles, a no percibir el humor de los adultos. Antes se ha comentado que es imposible obligar a los padres a aprender lengua de signos. De acuerdo, es imposible legalmente, pero hay que recomendarles moralmente hacerlo para que sus niños puedan disfrutar de cuentos, de chistes, de bromas, de juegos de palabras y de una riqueza lingüística comparable a la que ellos tienen con la lengua oral. Los padres que hacen esto se llenan de razones morales para después exigirle a su propio hijo que aprenda también la lengua oral de los padres como un asunto recíproco. Más que hablar de lengua, hay que hablar de comunidad lingüística. Las lenguas están para hablarlas, para aprenderlas y perfeccionarlas; un niño en la escuela tiene que tener comunidad lingüística. No entro en el número, pero me parece que los niños sordos que se escolarizan, si van a acceder a un modelo bilingüe, naturalmente deben de estar en contacto con otros niños sordos. Yo diría que no solamente con niños sordos. En Francia tengo noticia de que algo que se hace es que en los centros donde hay niños sordos van personas mayores sordas a las que se hace un contrato de algún tipo para que en los momentos de recreo, en actividades extraescolares, etcétera, les sirvan como modelo lingüístico. Es importantísimo que los niños, todos, oyentes y sordos, tengan modelos lingüísticos y se orienten no solamente hacia cómo habla su padre sino a cómo lo hace aquella persona, qué bien habla el profesor. Hay que tener modelos lingüísticos y los niños sordos, también. Eso no se soluciona solamente teniendo un profesor oyente que ha aprendido la lengua de signos y cuatro amiguitos sordos en el colegio, hacen falta personas adultas sordas que les muestren toda la riqueza lingüística. No me ha llegado la memoria económica del proyecto y por lo tanto no puedo responder. En cuanto a qué ámbitos sociales son más urgentes, creo que el más urgente es la educación porque es del que dependen todos los demás. Lo más importante son los niños y, por lo tanto, ese es el ámbito más urgente. Supongo que el centro de normalización y los primeros materiales normativos, diccionarios, etcétera, que elabore deben ir pensados fundamentalmente en los niños.
    Hoy en día estamos en un momento de extraordinarios cambios tecnológicos, la traducción simultánea está avanzando más deprisa que los implantes cocleares y existen sistemas de interpretación automática cada vez más perfeccionados, lectores de español automáticos, etcétera. Este es un camino que -no nos engañemos- va a ser aplicable: cuando una persona sorda vaya a una oficina pública, a la Administración o a sanidad, si esa oficina cuenta con Internet y con un sistema de traducción automática, gran parte del problema estará resuelto para esa persona adulta. En los niveles docentes, de magisterio y demás, me llega que con esta ley se abre un nuevo mercado: el de los intérpretes. A lo mejor sí, y es lógico.
    Hay una ayuda social que antes no había y ahora va a haber, pero tampoco hay que echar las campanas al vuelo. La evolución tecnológica es extraordinariamente importante y aspiro -y lo he dicho al principio- a que estemos bastante avanzados en este desarrollo. Les he dicho que hemos desarrollado un sistema de escritura y ustedes se lo pueden creer o no.
    Es un sistema absolutamente completo que se lee con las manos y se lee todo; toda la lengua de signos se lee con las manos. Este sistema permite la traducción automática del español escrito. Igual que traducimos el español escrito al árabe escrito y hay sistema de traducción automática, podrá haber en muy poco tiempo sistemas de traducción automática del español escrito a la lengua de signos escrita. Ahora basta que esa lengua de signos escrita sea conocida por el receptor o que haya un sistema que pueda convertir esta señal escrita en movimientos de un muñeco, de un avatar. Eso está al alcance de la mano, es cuestión de meses. Eso podría cubrir bastantes necesidades de carácter informativo. Otro ámbito extraordinariamente importante es el de la justicia. En él España fue pionera, en el siglo XV se publicó un libro que se llamaba Tratado Legal de los Mudos, de Lasso de la Vega, donde se pide ya que los que se llamaban mudos entonces vayan al juicio con un intérprete porque de eso va a depender su libertad o su cárcel. Hay ámbitos extraordinariamente importantes como el de la justicia, de la educación y otros.


    En cuanto a las preguntas que me ha hecho el señor Heredia, me pide una valoración global. Un hecho histórico, una oportunidad histórica; cuando se conoció que se había aprobado por el Consejo de Ministros, se estaba celebrando un congreso de lengua de signos en Valladolid y las lágrimas de emoción fueron generales. No sé si asistieron o tuvieron noticias de la manifestación que hubo en Madrid, la alegría tan inmensa, el sentimiento de liberación. Me permitiría repetir que no sabría la profundidad de este tema si no nos diéramos cuenta de que la lengua de signos es la lengua que todos tendríamos si fuéramos sordos y que todos podemos tener si la aprendemos. Es extraordinariamente liberadora. Una de las limitaciones de la globalidad es que ha reprimido el gesto y esto es muy importante. No es otra lengua más -es otra lengua más desde el punto de vista lingüístico-, es una lengua que nos despierta extraordinariamente la conciencia de nuestra propia realidad y sus límites, es absolutamente enriquecedora y es un acontecimiento histórico para la comunidad sorda, no solamente española. El año que viene se va a celebrar en primavera, en Madrid, el Congreso mundial de personas
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    sordas, de las federaciones sordas de todo el mundo. Será una ocasión extraordinaria para que nuestro país pueda mostrar que hemos hecho una ley muy avanzada, una de las más avanzadas que se han hecho sobre la lengua de signos en el mundo y muy positiva. En cuanto a si las lenguas de signos son completas, sí. ¿Por qué? Porque son perfectamente lenguas, tienen su fonología, su morfología, su sintaxis, su posibilidad de ser escritas, sus registros, sus variantes, etcétera. Tendríamos que plantearnos de dónde surgieron las lenguas orales que, como digo, no son más naturales que las lenguas de signos. La mayor parte de los estudiosos de la historia del lenguaje hoy día aceptan que, mucho antes de que los homínidos desarrollaran el aparato fonador, hace unos 40.000 años, ya gesticulaban porque, si no, hubiera sido imposible que hubieran dejado restos como los que hoy tenemos; hubo una comunicación gestual anterior al lenguaje oral. Esa comunicación gestual pasó a ser lenguaje de signos y después lengua oral o al mismo tiempo las dos cosas, eso ya no lo sabemos, pero la gestualidad es muy importante. Respondiendo a su pregunta, son lenguas absolutamente completas. Para ciertas cosas son mejores que las lenguas orales, por su carácter visual. Las sintaxis de la lengua de signos son sintaxis en las que entre lo lingüístico y lo extralingüístico no hay solución de continuidad. Uno puede copiar la realidad e imitarla en lengua de signos y juntarla con la lengua. Con la lengua oral no lo podemos hacer, no podemos ubicar referencias en el espacio y tenemos que estar continuamente haciendo paráfrasis y para esta época que vivimos, en la que la lengua ha vuelto a ser un fenómeno visual en Internet, la lengua de signos tiene un extraordinario futuro. En cuanto a la simultaneidad de su enseñanza con las lenguas orales, es imposible ya que tienen una estructura distinta. Respecto a la utilización de los sistemas bimodales o de palabra complementada, los bimodales son absurdos. Si tienen un orden de palabra distinto, ¿cómo vas a hacer una lengua oral basada en lengua de signos en el mismo orden? Es absolutamente imposible. Ahora bien, se pueden aprender las dos y, naturalmente, para un niño sordo profundo la única que es natural es la lengua de signos. Se habla mucho de los implantes cocleares -yo no soy médico y los médicos no me quieren mucho-, pero el procesamiento del sonido es un fenómeno muy difícil, muy sutil. Procesar el sonido y diferenciar el sonido lingüístico del no lingüístico es una labor que o la has realizado desde que eres un feto o después me temo que es muy difícil interiorizar perfectamente el sonido lingüístico y convertirlo en un hecho natural. Si se consigue se consigue, pero aún así las lenguas de signos son un derecho, una opción y unas lenguas maravillosas. En cuanto a la titulación, no sé a qué se refería exactamente. Creo que la lengua de signos, si se va a tratar como lengua, debe estar al mismo nivel que las demás, es decir, que en traducción e interpretación podrá haber una rama igual a la que ahora hay de español, alemán e inglés, puede incorporarse y las personas deben aspirar a ser intérpretes titulados universitarios. En la docencia, lo mismo; pueden salir maestros especializados en lengua de signos porque hayan completado su formación de maestros con una formación exhaustiva e importante en lengua de signos. Otro problema es el acceso de las personas sordas a la educación universitaria. Hasta ahora la discriminación lingüística lo ha impedido.
    Solamente en universidades como la de Alicante o la de Granada -son contadas-, donde se ponen a disposición de las personas sordas intérpretes pagados por la propia universidad, todo hay que decirlo, no por la comunidad autónoma, las personas sordas pueden seguir un curso de forma normal. Si no se cuenta con intérpretes es muy difícil que una persona sorda llegue a la universidad y que, por lo tanto, pueda llegar a ser maestro, ingeniero, etcétera. No sé si me quedaba alguna pregunta más por responder.


    La señora PRESIDENTA: Creo que ha sido muy clarificador. Lamento que hayamos llegado a la hora límite de casi las tres de la tarde. Tenga S.S.
    la seguridad de que todo el mundo leerá con avidez el "Diario de Sesiones" donde constan las aportaciones de todos los comparecientes.


    Antes de levantar la sesión, les recuerdo a SS.SS que tenemos una brevísima reunión de Mesa para fijar una comparecencia del Ministro de Trabajo. Se levanta la sesión.


    Eran las dos y cincuenta minutos de la tarde.

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